Tren 362. Vagón 8. Compartimento 4. Litera 36. Duración: 33 horas.
El Transiberiano-imaginario, ese que empieza a andar en tu cabeza el día que decides hacer este viaje, tiene una forma muy parecida a lo que te encuentras al subir a es este tren, a ese vagón y a todo lo que fue ese trayecto.
El 362 es un tren viejo, incómodo, destartalado y suele ir completamente lleno: se acabaron los vagones tranquilos, los baños limpios y el sentirse original haciendo ese viaje.

Aún sin comprender del todo bien el por qué, te encuentras que, de todo el tren, a los extranjeros nos colocan únicamente en un vagón. Como todo en esta vida, esto tiene su punto bueno: tienes cerca muchos viajeros con los que charlar pero también su punto malo: las literas en venta son limitadas y, aunque el tren vaya semi-vacío, puedes encontrarte que en las taquillas no te venden un billete.
De las 33 horas que dura el trayecto casi ¼ parte del tiempo la pasas parado, dentro o fuera del vagón, esperando a cruzar ambas fronteras.
Más que nervios, lo que provoca el paso de la frontera ruso – mongola es tedio y, en mi caso, risas.
A las dos menos cuarto llegas a la frontera rusa y allí la media es estar esperando unas 6 horas. Cerca de la estación hay un café, una oficina de correos y un par de tiendas de comestibles por lo que buscar entretenimiento fuera del tren es difícil. Mejor quedarse dentro charlando y esperando.
Una vez que dices adiós a los amables revisores rusos y crees que es hora de seguir el viaje, te encuentras que, unos kilómetros más allá, vuelves a detenerte para una nueva tarea burocrática: conseguir la entrada a Mongolia.
En la plena nada, cerca de una enorme tienda de cambio, te pasas un par de horas viendo como lo que era un tren va quedando reducido a un triste vagón que, abandonado, espera volver a ser enganchado a una locomotora que le permita volver a poder definirse como lo que hasta ahora era: un tren.

El sol empieza a ponerse. Sin apenas haber recorrido kilómetros, el trayecto empieza a acabarse: vuelta al tren con los visados sellados y algunos miles de insulsos Tugrik en el bolsillo. Quedan 9 horas de viaje, las primeras que recorreremos en territorio mongol, y todas ellas transcurrirán de noche. Parece que Mongolia quiere convertirse en un teatro para sus visitantes por lo que, únicamente cuando estén todos acomodados en la capital levantará el telón y dará comienzo la representación.

Gracias a Anna y David por convertir el tedio y los nervios de las fronteras en un festín de risas y brindis.