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Argentina y Chile en tránsito :: Día 2, visitando Valparaiso y Viñas del Mar

Se dice de Valparaiso que es una ciudad de artistas, con una creatividad que bulle por sus calles y un ambiente cultural único en Latinoamérica. Con estas señas de identidad, Valparaíso tenía que ser una de las visitas imprescindibles del viaje.

Pintada en Valparaíso

Llegar a esta ciudad desde Santiago no es nada difícil, sólo tienes que acercarte a la central de autobuses de la capital y elegir entre una de las tantas compañías que ofrecen el trayecto. El precio entre unas y otras no varía demasiado (aunque sí hay una pequeña diferencia de cientos de pesos en favor de unas u otras) por lo que es más oportuno elegir en función del horario y de su disponibilidad. Nosotros optamos por la compañía Pullman (porque era la primera que tenía plazas libres); el precio por trayecto en esta compañía es de 4.800 pesos chilenos (6,6€). El viaje es un agradable recorrido de menos de 2 horas, atravesando la región de viñedos de Casablanca.

Una vez que llegas a Valparaíso puedes elegir entre tomar un taxi, un colectivo o bien ir andando al centro. De la estación al centro andando no se tarda más de 15 minutos y teniendo en cuenta lo complejo que es acertar con el colectivo correcto para alguien que no está habituado a este sistema de transporte como nosotros, optamos por caminar.

La primera impresión de Valparaíso contradecía a la que tenía en la cabeza. Esperaba una ciudad pequeñita, más recogida y, sobre todo, más tranquila. También me sorprendió lo sucia que estaba y la impresión arisca que ofrecía. Supongo que el problema de hacerse imágenes mentales de los destinos a los que vas es que pueden decepcionarte en la comparación entre la realidad y tu fantasía. Esto es lo que a mí me pasó con Valparaíso: esperaba una ciudad reluciente y luminosa y me encontré con un destino ajado y sin encanto, de difícil acceso a las ofertas culturales y poco acogedora.

Una vez que llegamos a lo que podríamos llamar el centro de la ciudad, tomamos el ascensor más antiguo de la ciudad, el de Concepción (400 pesos por persona y trayecto) para ver el barrio del mismo nombre compuesto por peculiares casas de colores, bonitos cafés, interesantes galerías de arte y un mirador con vistas a la puerto.

Típicas casas de colores de Valparaíso

Desde aquí, seguimos caminando hasta el Cerro Alegre. Aquí comimos en El Vinilo, un agradable restaurante que prepara platos caseros con materias primas de calidad y elaboraban su propia cerveza (de nombre “Cerro Alegre”). El local en sí es de lo más agradable: buena música, dicharacheros camareros y un curioso aspecto debido a la barra de mármol de una antigua carnicería que sirve de mesa compartida (precio: 20€ por persona).

Entrada al restaurante El Vinilo

Sin necesidad de tomar más ascensores, continuamos el paseo hacia el Cerro Bellavista, lugar donde se encuentra el llamado “Museo a Cielo Abierto” compuesto por decenas de murales realizados por estudiantes de Bellas Artes. El vecino más famoso de Bellavista fue, como no, Pablo Neruda que tenía su casa en lo alto del cerro. La subida a su casa, La Sebastiana, no es nada fácil y, por tener poco tiempo, decidimos seguir vagabundeando por el barrio y prescindir de la visita.

Además del conjunto de cerros, la otra zona que compone Valparaíso es el área de el Plan y el Puerto. Paseamos por ella pero, a pesar de ser el corazón de la ciudad, carece del interés de las colinas aledañas y, además, su estado de conservación es aún peor que el de estas. El objetivo de atravesar este área era llegar al Cerro Barón (en octubre de 2012 el ascensor estaba en reparación por lo que para subir al mirador tuvimos que hacerlo a pie). Desde aquí se obtiene la mejor panorámica del conjunto de cerros salpicados de manchas irregulares de colores inesperados que es Valparaíso. Un visita imprescindible para entender la intrincada geografía de esta singular ciudad compuesta por casas decadentes, caóticos callejones y un vertiginoso conjunto de cerros.

Valparaíso desde el Cerro Barón

Aún había tiempo para coger un colectivo rumbo a Viñas del Mar (420 CLP), a escasos kilómetros de Valparaíso, para pasear por sus festivas calles y ver por primera vez el Océano Pacífico. Se trata de una de las principales ciudades turísticas del país y todo en ella está pensado para el ocio: grandes jardines, cómodas terrazas y multitud de transporte público.

Atardecía y el recuerdo de las colinas de Valparaíso empezaban a dejarse notar en las piernas por lo que pusimos rumbo a la estación de autobuses de la ciudad, tocaba volver a Santiago.

Parecía increíble que aún no lleváramos ni 48 horas en el país, Madrid quedaba ya muy lejos y aunque el jet-lag nos hacía dormir de forma irregular nuestra mente estaba completamente instalada en Chile.