Myanmar (II): La vida desde un taxi azul – Mandalay –

En Mandalay los recuerdos viajan sobre cuatro ruedas. Cada imagen de esa caótica ciudad fue recogida en la parte trasera de una pequeña furgoneta azul que hacía las veces de taxi. Los saludos de los viandantes, de las familias enteras que ocupaban una diminuta moto, de los niños que saltaban a la carretera ansiosos de que les dijeses “hola”, de los monjes que daban color a las andenes… todo tenía el ritmo que los baches imponía, el olor a gasolina usada que desprendía nuestro taxi y el sonido de la canción de Shakira para el Mundial que los birmanos consideraban que era el himno pseudo-oficial de España y con la que nos obsequiaban todos los días.

Pareja en motocicleta

Pequeños monjes saludan desde la camionetaAutocar de línea

Mandalay, esa ciudad fea y a la que nadie gusta, fue la gran revelación del viaje. Días de cielos azules, gente emocionante y muchas cosas por hacer.

Mereció la pena pasar un día recorriendo sus principales puntos de interés:

Ver como los hombres (sí, también en el budismo existe la discriminación por sexos) cubrían de oro el Buda que está alojado en la Mahamuni Paya, un buda ya deformado por el exceso de donaciones diarias que recibe pero que es venerado y cuidado hasta el extremo.

Hombres colocando láminas de oro a Buda

Pasear entre las blanquísimas stupas de la Kuthodaw Paya, cada una de las cuales alberga una losa con un texto de la Tripitaka, lo que hace que a esta pagoda se la conozca como “el libro más grande del mundo”.

Stupas de la Kuthodaw Paya

Y, sobre todo, el Monasterio Shwenandaw, tallado de arriba abajo tanto su fachada como su interior en el que un magnífico Buda preside una atmósfera increíblemente mística.

Buda dorado del Monasterio Shwenandaw

La luz de sol se agotó con una fatigosa subida a la colina de Mandalay (prescindible según mi punto de vista).

Era hora de aprovechar la tarde. Las opciones culturales en Myanmar son abundantes. Las más conocidas son los espectáculos de los Moustache Brothers y las representaciones de marionetas. Estas últimas, de gran tradición en todo el país, recrean las creencias y costumbres birmanas con música y danzas.

Espectáculo de marionetas en Mandalay

Al poco de llegar te das cuenta que Myanmar es un país vacío. Abandonado.

Muchas veces recorriendo ese país te da la sensación de que está esperando a alguien, todo parece preparado a falta de que lleguen los invitados, que ocupen sus posiciones y entonces todo cobre vida.

Esa sensación empezó en el avión que nos llevaba al país, ocupado en menos de un 15%. Pero luego, ya en Myanmar, esa impresión fue convirtiéndose en una certeza: en la mayoría de los restaurantes siempre había más mesas libres que ocupadas, las pagodas parecían cerradas de lo solitarias que estaban, los barcos no salían del puerto porque no había suficiente gente para que compensara el viaje…

Pero esa realidad fue especialmente llamativa en el teatro de marionetas de Mandalay. Una compañía de seis marionetistas, cinco músicos, dos bailarinas, más gente de iluminación, acomodadores, taquilleros…  dieron una función para, exactamente, tres personas. Todo un lujo pero también una rabia. Tanto esfuerzo y tan poco repercusión, tanto entusiasmo y tan poco alcance. U Pan Aye, el maestro de la compañía de 81 años y el resto del equipo estaban preparados, las marionetas y sus historias estaban presentes, las butacas estaban listas… sólo faltaba que hubiera alguien que quisiera sentarse y compartir con ellos esa tradición que se remonta al siglo XV, esos momentos de complicidad.

Compañía de Marionetas de Mandalay

Y luego volver al hostal, recordando en qué esquina había que girar y evitando las motos que circulaban sin luz. Descubriendo que los taxis azules te traen y te llevan pero que tu sentido de la orientación no sabe circular, que sólo se activa andando.

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MANDALAY

Alojamiento Peacock Lodge

Restaurante El Peacock Lodge (no es un restaurante pero algunos días preparaba un menú cerrado para sus huéspedes muy recomendable).

Consejos La mayoría de las calles no tienen alumbrado público por lo que siempre es buena idea llevar una linterna en la mochila.

Imprescindible Negocia un tarifa para un día completo con unos de los múltiples taxis azules que hay en la ciudad y haz un recorrido de un día por Inwa, Sagaing y Amarapura. Aprovecha el día siguiente para coger un barco y visitar Mingun.

 

 

  1. 2 de marzo de 2011

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